Soy un adicta al trabajo: me encanta mi trabajo y trabajaría 24 horas al día, 7 días a la semana. Hace unos 8-9 años mi academia de idiomas finalmente funcionaba muy bien, yo trabajaba 10 horas al día y por primera vez tenía otros profesores trabajando para mí. Recuerdo dos sensaciones conflictivas de ese período: la felicidad de haber construido un negocio desde cero por mi cuenta y el estrés constante y agotador.
Esa fue la primera vez que recuerdo haber superado mi límite personal, haber tocado fondo, haber llegado al burnout (un término que aprendí entonces, escribiendo los síntomas en Google y que en español podríamos traducir como "agotamiento"). Pero entonces era diferente: entonces mi única responsabilidad real era yo.
El burnout vivido como madre trabajadora ha siempre sido más fuerte, más totalizador, sobre todo al principio, cuando se sumaba la sensación de incompetencia por no poder seguir el ritmo de todo: trabajo, hijos, matrimonio, familia, amigos.
Esa sensación de insuficiencia, después de años de trabajar en mí misma, ahora ya ha desaparecido junto con los sentimientos de culpa – que me parecen inútiles y contraproducentes. El hábito de trabajar demasiado para poder lograr lo que quiero, sin embargo, sigue conmigo.
Mis señales de alarma
Todos los círculos viciosos se desencadenan uno a uno: cuanto más como mal, más quiero comida basura; cuanto menos hago ejercicio, menos motivación tengo para seguir mi programa de entrenamiento; cuanto más quiero terminar el trabajo a toda costa, más intolerante me vuelvo. En esos días, tengo sentimientos encontrados: por un lado, quiero trabajar sin parar (me gustaría encerrarme en una habitación de hotel hasta haber terminado); por otro lado, no me apetece trabajar en lo que tengo que terminar.
A veces termino el proyecto rápido y este círculo vicioso dura solo unos días, las señales de alarma desaparecen y poco a poco logro volver a mi normalidad.
Otras veces, cuando la carga de trabajo es más de lo esperado, no la había anticipado o tal vez hay obstáculos que lo hacen mucho más difícil, a menudo ignoro las señales de alarma (a veces inconscientemente) y signo empujando para terminar el trabajo. Me convenzco que puedo hacerlo, como todas las otras veces. "Un esfuerzo más y lo consigues", me repito. Pero a veces sobrepaso mi límite y me agoto.
Como lo supero
Es un privilegio, claro, pero también es un arma de doble filo: si no me obligo a descansar, muchas veces no hay pausas, no hay tardes, no hay fines de semana. Por otro lado, cuando sobrepaso mi límite personal, "puedo" desconectar y cuidarme.
La última vez que me pasó, hace unos días, fue más fuerte. Llegó con el lanzamiento de mi libro imprimible para niños "Cómo se hace un bebé". Había estado ignorando las señales de alarma durante semanas, trabajando con dolor de cabeza durante días, estaba exhausta, pero seguía diciéndome "Un esfuerzo más y luego descansas".
Hasta que llegué al viernes, el día en que sale mi podcast italiano, y miesntras escribía en el ordenador me di cuenta de que las manos me temblaban. Tenía un fuerte dolor de cabeza, estaba mirando la pantalla, pero mi mirada iba más allá, como si no pudiera leer lo que estaba escribiendo.
Y a pesar de que el episodio del podcast estaba casi terminado, hice una cosa que nunca había hecho antes: dejé el trabajo a mitad. Apagué el ordenador y dije STOP. Parar en ese momento fue un paso importante en mi evolución personal – en el pasado me habría desconectado durante 10 minutos, habría tomado un vaso de agua, habría hecho unos saltillos (el ejercicio aumenta el nivel de energía), habría tomado un café y habría salido a la calle para respirar un poco de aire. Y luego me habría dicho "Un esfuerzo más y lo consigues".
Probablemente podría haber hecho ese esfuerzo más, como siempre, pero dicidí priorizar mi salud psicofísica y cuidarme.
En los días siguientes reflexioné en lo que había pasado y superé el agotamiento con mi routine de auto-cuidado (ahora que escribo este post todavía no estoy al 100%, pero estoy mejor):
- No he tocado ningún dispositivo durante 3 días, ni siquiera el teléfono para tomar fotos.
- Me cuidé: hice ejercicio (más de lo habitual), estiramientos, meditación y yoga facial (que para mí es una de las mejores formas de relajarme y volver a estar en contacto conmigo misma).
- Volví a tomar suplementos: muchas veces cuando vivo períodos de trabajo intenso me los olvido (esta es mi opinión personal, no he investigado, pero me parece que me ayuden mucho).
- Leí un libro (muy bonito, del que te contaré pronto).
- Jugué con Oliver y Emily.
- Dormí o me relajé mientras los niños jugaban solos (tiempo que suelo dedicare al trabajo).
- Fui a una fiesta con amigos: soy extrovertida, estar en contacto con la gente recarga mis energías.
- Me acepté y me perdoné, tanto por no haber sido amable conmigo misma y con mi familia en las semanas anteriores, como por no haber podido terminar el trabajo que me había propuesto.
Mi familia
Claro, los niños sí afectan la situación (porque existen), pero yo experimentaría el burnout con o sin ellos: mi familia es solo la víctima, yo soy la única responsable de mi agotamiento y también la única que pueda identificarlo y controlarlo (por ejemplo, no ignorando las señales de alarma… estoy trabajando en ello).
Tengo la suerte de tener a un marido que me acepta y ha aprendido a apoyarme en esos días y a Oliver y Emily que entienden cuándo necesito mi espacio (lo han aprendido con el tiempo, claro: nuestro equilibrio imperfecto nos lo hemos construido durante años y con mucho esfuerzo).
Hoy que me conozco bien, sé que este burnout para mí fue un punto de inflexión: la próxima vez seré un poco más consciente y probablemente no ignoraré las señales de alarma. Así es como evolucionamos: cometiendo errores, aceptándonos y perdonándonos.